Sábado, 15 de Julio de 2023
Granadinos turisteando en el Albaicín
Sin duda alguna, es un privilegio haber nacido en una ciudad tan hermosa como Granada, en el sur de España.
Puedes ir cientos de veces, y miles incluso, al bello barrio del Albaicín, y jamás de los jamases te decepciona. Fué declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1984 por la Unesco, y goza de los mejores miradores de la ciudad con vistas a la ciudad palatina de La Alhambra.
La historia del Albaicín es milenaria pues, sin duda, se trata del barrio más icónico de la ciudad. Aunque los musulmanes imprimieron su sello, cada calle y esquina, cada plaza y cada casa han ido conformando un barrio moldeado por diferentes culturas que lo habitaron a lo largo de la historia. El Albaicín también es el origen de la actual ciudad de Granada, el primer asentamiento en la zona.
Es en el siglo XI cuando realmente se funda la ciudad de Granada. Entre el año 1000 y 1003, llegaron los ziríes a la península ibérica desde el norte de África, instalándose en Medina Elvira. Se estima que en el año 1013 se produjo el traslado de esta población al Albaicín, entonces conocido como Hisn Garnāta.
El nuevo asentamiento zirí se ubicaría en la antigua ciudad iberorromana llamada la Alcazaba de Granada (Qasabat Garnata), emplazada en lo que hoy son los alrededores del mirador de San Nicolás. La colina del Albaicín presentaba unas conciciones muy favorables para su defensa en caso de asalto gracias a su situación geográfica elevada desde donde se podía vigilar
toda la Vega.
Zawi ben Zirí fue el responsable del nacimiento de esta ciudad, creando una nueva medina que sería conocida como la Alcazaba Qadima, centro neurálgico de la dinastía zirí desde donde se desarrolló un programa constructivo orientado a la defensa del lugar y al desarrollo
de construcciones áulicas. El Albaicín se convirtió, por primera vez, en una ciudad islámica, comenzando uno de los periodos más fructíferos de su historia.
En el año 1085, el rey castellano Alfonso VI tomó Toledo, lo que provocó que el último emir cordobés Abd’Allah y los reyes de las taifas de Sevilla y Badajoz solicitaran el auxilio de los almorávides, tribus nómadas del desierto del Sáhara. Entraron en la península a través de Algeciras y derrotaron al rey cristiano en la batalla de Sagrajas (1086), cerca de Badajoz. Cuando vieron la gran debilidad de las taifas se enfrentaron a ellas y las conquistaron.
En el año 1090, los almorávides derrocan el poder zirí y se instalan en la colina del Albaicín. Este nuevo periodo, al igual que los demás reinos de taifas que se extendían por la península, se caracterizaría, especialmente, por la debilidad del reino y por las continuas revueltas y luchas internas.
El reino de Granada se caracterizó por las constantes luchas internas. A la muerte del rey Tasufin, rey almorávide, serán los almohades quienes conquisten el reino de Granada en 1157. Partiendo del norte de África, ocuparon todos los reinos musulmanes de la península tras doblegar todas las taifas. El Albaicín creció rápidamente a partir de este momento, debido a la llegada de población proveniente de los diversos territorios que iban siendo conquistados por los cristianos. Esto dio lugar a la formación de varios arrabales (barrios extramuros) alrededor de la Alcazaba Qadima (antigua Alcazaba de Granada). Los almohades permanecerán con el control del reino hasta 1212.
La derrota en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) supuso un duro golpe para al-Ándalus, pues este fue el inicio de la definitiva hegemonía cristiana. En una península bajo el control prácticamente cristiano, el Reino nazarí de Granada se alzó como el único enclave musulmán. Los primeros pasos de este reino se trazan en Arjona, donde Muhammad ibn Nasr al-Ahmar (castellanizado «Alhamar», es decir, «el Rojo», en referencia a la coloración roja de su barba) fue proclamado sultán en 1232; será en 1238 cuando éste otorgue la capitalidad de su reino a Granada. Aquí se alzará la ciudad palatina amurallada de la Alhambra, nuevo y ultimo centro de poder político y administrativo andalusí en la península.
Con la Alhambra como nuevo centro de poder, la colina de San Nicolás pasó a un segundo plano. No obstante, esta fue creciendo hasta convertirse en el arrabal más rico y populoso de la ciudad.
La relevancia y popularidad del arrabal del Albaicín (rabad al-Bayyazin) queda atestiguado en diversos detalles, como disponer sus propios baños, cierta autonomía judicial o la existencia de una mezquita mayor o aljama. La necesidad de proteger dicho espacio ante la beligerante Castilla, propició la construcción, en época de Yusuf I, de la llamada cerca de Don Gonzalo, la muralla que definitivamente cerraría el arrabal del Albaicín. Así, la singularidad urbana del Albaicín la hizo concebirse como otra ciudad amurallada en el interior de las murallas de la verdadera ciudad de Granada.
Tras la conquista del reino de Granada en 1492, el Albaicín se irá convirtiendo en un reducto de población morisca (los moriscos fueron los musulmanes que permanecieron en la península tras la conquista cristiana). Durante el primer siglo de reinado cristiano, con el arzobispado de don Hernando de Talavera, se produce un proceso pacífico de aculturación de los moriscos, ya que estos, según la firma de las Capitulaciones en 1492, tenían derecho a conservar su legislación y religión.
La convivencia pacífica entre moriscos y cristianos acabaría a finales del siglo XV, con el levantamiento del Albaicín el 18 de diciembre de 1499. Esto fue causado por la implantación de una política radical y prohibitiva, por parte del Cardenal Cisneros, que rompía con lo pactado en las Capitulaciones.
A partir del siglo XVI, se inicia un fuerte proceso de asimilación cristiana que dará lugar, entre otras actuaciones, a la quema de coranes en la plaza Bib-Rambla y a la implantación de las primeras parroquias como organismos para el adoctrinamiento y control de la ortodoxia religiosa. El Albaicín en el siglo XVI se convertirá en el último reducto morisco y es en este momento cuando comienzan las primeras transformaciones urbanas del barrio
Tras las expulsiones decretadas por la corona de Castilla en 1570 y 1584, el barrio del Albaicín queda prácticamente despoblado. Por aquel entonces la corona implantó una política repobladora que fracasó contundentemente, ya que los colonos se negaban a vivir en la colina. Esta situación y los desastres naturales sufridos provocaron un proceso de ruina urbana que abarcará toda la colina, exceptuando la zona de la margen derecha del Darro que había sido ocupada por las clases nobles cristianas.
En el siglo XVII, el Albaicín vivirá un estado de abandono y ruina permanente, una situación que se proyectará hacia la centuria siguiente. En 1752, el Catastro de Ensenada censa su población en casi diez mil habitantes. Casi dos siglos después de la expulsión aún no se había iniciado la recuperación demográfica.
Básicamente pervive en la zona una mínima población dedicada, generalmente, a la agricultura y otras actividades tradicionales como repujadores de cuero, caldereros, tintoreros, hiladores de seda, etc.
En el siglo XIX, las políticas desamortizadoras de los gobiernos liberales supusieron una gran amenaza para gran parte de la delicia religiosa granadina. A pesar de ello, el Albaicín no sufre grandes destrozos, pero si que hubo atentados contra el patrimonio, como atestigua la desaparición del hermoso conjunto del convento de la Victoria o la ruina del convento de San Agustín. Sin embargo, no estuvo en el punto de mira de la fiebre renovadora de los liberales, quienes siguen manteniendo sus iglesias en pie.
También continuó el proceso de degradación iniciado dos siglos atrás, acentuado por la topografía del barrio, que impedía que este fuera lugar de tránsito, junto a la pobreza de sus habitantes.
La despoblación progresiva del Albaicín experimenta en las primeras décadas del siglo XX un cambio de tendencia demográfica. Ahora el barrio se convierte en un foco de migración, al buscar morada en él los vecinos que fueron desalojados del centro de la ciudad con motivo de la construcción de la Gran Vía. También se instalan campesinos y obreros que emigran de los pueblos para buscar trabajo en las plantaciones de remolacha o en las azucareras.
En poco tiempo, el barrio del Albaicín no solo recupera su población sino que también adquiere un nuevo perfil sociológico: se configura como el barrio obrero por excelencia de Granada. Esta situación, junto con la tradicional relación de la Iglesia con los sectores políticos más conservadores, hará de motor para la eclosión de cierto anticlericalismo, especialmente durante la II República, como atestiguan los incendios de iglesias como San Nicolás, San Luis o El Salvador, además de conventos como el de Santo Tomás de Villanueva. Hoy, la iglesia de San Luis es testigo de dichos sucesos.
Más tarde, el Albaicín mereció la atención del profesor universitario y alcalde de Granada Antonio Gallego Burín. Éste desarrolla una amplia política urbanística desde 1938 a 1951, destinada al ensanche de viales para mayor accesibilidad. Entre las acciones, podemos destacar los accesos a San Nicolás desde la cuesta del Chapiz o San Miguel Bajo, enlazándolo con la cuesta de la Alhacaba; el acondicionamiento del sector de San Bartolomé y la consolidación de miradores de San Nicolás y San Cristóbal.
El 17 de diciembre de 1994, la UNESCO declaró el barrio Patrimonio Mundial. Esto fue punto de partida para la creación, en 1998, de un patronato municipal sobre el barrio, que en 2002 empezó a funcionar como organismo autónomo del Ayuntamiento de Granada bajo el nombre de «Fundación Albaicín-Granada». Desde entonces se han llevado a cabo numerosas intervenciones generales y concretas. Estas se han desarrollado gracias a las diferentes ayudas recibidas desde Europa a través de los fondos FEDER, como son el Proyecto Piloto Urbano, el Programa Operativo Local, el Programa Iniciativa Comunitaria URBAN, el Plan de Turismo de Granada o la Estrategia de Desarrollo Urbano Sostenible e Integrado de Granada (EDUSI).
Interior de la Iglesia de El Salvador en el Albaicín
Esta iglesia del Salvador se convirtió en Colegiata, y fue dotada con valiosos bienes. Entre ellos destacaban lienzos de Cano, Atanasio Bocanegra, Juan de Sevilla, Divino Morales, una escultura de un Cristo obra de Mora, o una Virgen con el niño de Diego de Siloe, tallada en 1563 y que se situaba en el hueco de la puerta de la plaza del Salvador.
Las obras del templo fueron proyectadas por Juan de Maeda en 1565, y concluyeron casi cuarenta años más tarde.
La planta de la iglesia del Salvador es de cruz latina y su fábrica sólida y sencilla. Tiene un hermoso techo mudéjar aunque lo más destacable es su patio, que es el original de la mezquita mayor.
El patio, al que se entra por la calle panaderos, es el único conservado de la ciudad que posee el aljibe para las abluciones de una mezquita. A los lados del patio-jardín hay dobles galerías con cinco arcos de herradura apuntados. Todas las cubiertas estaban soportadas por arcos de ladrillo apoyados en columnas.
En 1775 un terremoto obliga al desalojo de los canónigos y a mediados del siglo XIX se firmó la extinción de la Colegiata.
La iglesia del Salvador era una de las dos de Granada que tenían derecho de asilo. En su claustro se colgaban los sambenitos de los moriscos condenados por la Inquisición.
En el exterior y en torno a la iglesia se encuentran los aljibes de la Plaza del Salvador y el de la plaza del Abad o de Bibalbonud,.
Puedes llegar a esta preciosa Iglesia del Salvador, y su museo sacro, subiendo en el tren turístico Granada City Tour (que se coge en Plaza Nueva), en taxi, en el autobús urbano (las líneas C1 Y C2 llegan hasta allí), y como no, andando.
Fin
Fotos hechas por Meps (Maria Elia Pertiñez Soria).
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